Ficha técnica
Título: Sólo el asombro conoce
Autores: Marco Bersanelli y Mario Gargantini
Editorial: Encuentro
Año: 2006
Páginas: 368
Precio: 24 €
Pablo Ortiz Soto
@portizs
No hace mucho tiempo, en el siglo IV a. C, Aristóteles afirmó en su célebre obra Metafísica que en la admiración, en el Asombro, se encuentra el origen de la filosofía: «fue la admiración lo que inicialmente empujó a los hombres a filosofar. En un primer momento ante lo que lo que comúnmente causa extrañeza y después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos también ante cosas de mayor importancia, por ejemplo, ante las peculiaridades de la luna, y las del sol y los astros, y ante el origen del Todo». El Asombro es aquella “realidad intangible” –diría el neurocientífico Dan Siegel–, aquella pasión del alma –reflexionaba Descartes– que, al reconocer el maravilloso misterio de nuestra existencia –porque podríamos no existir y, sin embargo, ¡existimos!–, transciende la costumbre y nos hace explorar, investigar, descubrir y comprender aún más la realidad: «la más bella y profunda emoción que podemos probar es el sentido del misterio. En él se encuentra la semilla de todo arte y de toda ciencia verdadera. El hombre que ha perdido la facultad de maravillarse es como un hombre muerto, o al menos ciego», comentaba Albert Einstein.

Este principio vital, que tan olvidado se encuentra, paradójicamente, en la actual “disciplina” filosófica, esta mirada de exploración y descubrimiento ha acompañado a los seres humanos desde que tomamos conciencia de nosotros mismos, y de lo que nos rodeaba. Pues bien, si quieren saber aún más sobre esta actitud que abre nuestro horizonte epistémico, o buscan conocer cómo ha influido en los más grandes científicos de la historia, es muy recomendable el libro Sólo el asombro conoce. La aventura de la investigación científica (Encuentro, 2006), del astrofísico Marco Bersanelli y el ingeniero Mario Gargantini: «Yo formo parte –explica Marie Curie– de aquellos que han captado esa belleza especial de la investigación científica. Un sabio en su laboratorio es más que un técnico; se encuentra ante las leyes de la naturaleza como un niño ante un mundo de cuentos».
Asombro es aquella “realidad intangible”, aquella pasión del alma que, al reconocer el misterio de nuestra existencia nos hace explorar, investigar, descubrir y comprender aún más la realidad.

Dividido en siete capítulos (asombro, observación, experimento, descubrimiento, certeza, signo y finalidad), en este obra encontramos una amplia selección de fragmentos de cartas y diarios de los científicos más laureados de todas las épocas, en los que reflexionan sobre ese motor invisible, esa acción, esa emoción que les movió a investigar sus ya famosos hallazgos y cómo, al mismo tiempo, sus descubrimientos les provocaban un inmenso sentimiento de gratitud, felicidad, humildad y veneración: «Sin sentir jamás el temor de que la respuesta pueda resultar decepcionante, con placer y confianza damos la vuelta a cada nueva piedra que nos encontramos, descubriendo lo inimaginablemente extraño, que conduce a más maravillosas cuestiones y misterios. ¡Una gran aventura, ciertamente!», dijo en una ocasión Richard Feynman (Premio Nobel de Física en 1965). Por eso pensaba la bióloga estadounidense Rachel Carson, en su joya El sentido del asombro (Encuentro, 2012), que «aquellos que moran, tanto científicos como profanos, entre las bellezas y misterios de la tierra nunca están hastiados de la vida».
En definitiva, si tienen curiosidad por comprender por qué esta mirada de admiración y maravilla ha iluminado la vida y las investigaciones de los gigantes precedentes, y de otros muchos que descubrirán sumergiéndose en la lectura (como Al-Burini, Arquímedes, Susan J. Bell-Burnell, Robert Chadwick, Nicolás Copérnico, Charles Darwin, Michael Faraday, Alexander Fleming, Galileo Galilei, Karl F. Gauss, Stephen Hawking o entre otros Barbara McClintock), este libro es una magnífica oportunidad para responder a sus inquietudes y para recordar, como subrayó san Gregorio de Nisa, que «sólo el asombro conoce».
